"Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra". (2 Timoteo 3: 16-17)

lunes, 12 de noviembre de 2012

EL AMOR QUE NO ES DE ESTE MUNDO

Por Mario Lope

El amor ha sido una palabra mal empleada por los hombres de todas las épocas. Creemos que existen varios tipos de amor: de madre, de hijo, de esposo, de hermanos, de novios, etc. Sin embargo, este amor tiene un común denominador: para poder amar uno espera ser amado con el pretexto de que hay que aprender a hacerlo, y una vez aprendido se da por hecho que “debemos” amar a los demás. Pero este amor tiene una característica, siempre se espera de alguien. Y decimos, ¿cómo voy a dar amor si nunca lo he recibido? Una forma muy empírica y humana de sentir y ver al amor. Y en esto el hombre se pierde, entre el dar y esperar, luego entonces como no llega, tampoco se espera, llegando así la frustración y amargura, de la que está colmada el sentir del hombre de este tiempo.
Jesús representa el estándar más alto del amor. Sus palabras, “hay más dicha en dar que en recibir” (Hechos 20: 35, NVI), nos pone un ejemplo más allá de lo que podemos pensar que es el amor. Para empezar creemos que el amor es un sentimiento o una emoción relacionada con el corazón. El ejemplo y palabras de Jesús no hacen alusión a poner en el centro de la atención a emociones o sentimientos. Esto no quiere decir que Jesús nunca se emocionó pues la biblia dice que el celo le consumió por la casa de su Padre (Juan 2: 15-17), lloró por Lázaro (Juan 11: 33-35), reprendió a sus discípulos (Marcos 14: 37-41), se angustió (Lucas 22: 42-44), etc. El ejemplo de Jesús va más allá de emocionarse, tiene que ver con la voluntad que nace de tomar decisiones que agradan a Dios. Pablo decía a Timoteo “cuídate de ti mismo” (1 Timoteo 4: 16), es decir, cuida tu corazón porque “nada hay tan engañoso como el corazón” (Jeremías 17: 9).
El amor ha sido pervertido por el corazón humano a través de muchos siglos. ¿La razón? Hemos puesto al amor en un lugar engañoso: el corazón humano. Entonces, ¿cuál es el amor que agrada a Dios?
Para empezar el ejemplo lo pone Dios. “Nosotros amamos a Dios porque Él nos amó primero” (1 Juan 4: 19). ¿Tenía alguna razón Dios para amarnos? Si pienso con el corazón humano diría que ninguna. Si pienso con el amor que Dios me ha mostrado diría que Él me ama no porque tenga amor sino porque Él es el amor. Así de fácil pero complejo de entender desde el corazón humano. El amor desde las emociones es duda, desde la voluntad personal de servir y agradar a Dios es acción y decisión. Para amar a todos los demás, amigos y enemigos, nos basta el amor de Dios, no de los hombres. “Te basta con mi gracia” (2 Corintios 12: 9).
Él nos amó primero. Entonces, ¿el primer paso lo debo dar yo? No, el primero paso lo quiero dar yo, no esperar a que alguien me muestre su amor, no esperar nada a cambio, ni una pequeña motivación de afecto; no esperar que las emociones llenen mis necesidades espirituales. El amor es una decisión, una voluntad de agradar a Dios por encima de lo que estás haciendo en ese momento para agradarle.
Sin embargo aquí radica la esencia de este amor. Existe una creencia humana de que si hacemos lo que a Dios le agrada seremos herederos de la vida eterna. Y es cierto, pero, con qué motivación. Es decir, ¿hacer por hacer? ¿Qué nos enseña Dios acerca de esta forma de pensamiento? Lea dos escrituras medulares, Santiago 2: 14-26, y 1 Corintios 13: 1-7. Y después continúe con esta reflexión. ¿Qué le parecieron las escrituras? Hacer por hacer no es suficiente, ¿cierto? Puedo asistir a los ancianos, llevar juguetes y ropa a niños pobres, darle una moneda al limpia parabrisas, ayudarle a mi esposa con el quehacer de la casa, cantar en el coro de la iglesia, compartir a otros a Cristo, o escribir estas reflexiones… pero sin amor nada soy.
Jesús enseñó esta lección a un experto de la ley. En Lucas 10: 25-37, Jesús mostró a este fariseo que no basta decir de labios para afuera que amas a tu prójimo como a ti mismo. El amor que agrada a Dios requiere de tu tiempo, paciencia, recursos, cuidados, atención, palabras, alegría, talentos, etc., no para ti sino para los demás. El amor que enseña Jesús es morir a ti mismo para llevar vida a tu prójimo. Echa un vistazo al Antiguo Testamento. Abre tu biblia en Rut. ¿Qué hizo esta mujer? Simplemente murió a sí misma por no dejar sola a su suegra. Le dio su vida. Lee Rut 1: 16-17. Esta mujer encarna el amor que describe Pablo en 1 Corintios 13. Si vemos el mundo, ¿cuál es la relación actual entre suegras y nueras? “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4: 8). He ahí la respuesta.
¿Es posible que dos hombres se amen sin que el corazón humano pervierta la fuerza y pureza del amor de Dios? Lea todo el capítulo 20 del primer libro de Samuel, poniendo énfasis en los versos 17 y 41. La amistad entre dos hombres va más allá de lo que muestra el mundo de tardes de futbol o idas al cine o compartir éxitos y fracasos con amigos. Jesús eleva el amor entre amigos con estas frase, “nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos” (Juan 15: 13). Jesús dice tres cosas: amor, grande, dar. Es decir, el que da (no recibe) amor (de Dios, no del corazón humano) se engrandece (se humilla a sí mismo). Cuando Jonatán fue muerto a filo de espada, David le compuso un lamento donde decía “¡Cuánto sufro por ti, Jonatán, pues te quería como a un hermano! Más preciosa fue para mí tu amistad que el amor de las mujeres” (2 Samuel 1: 26). David y Jonatán se amaban con el mismo amor que Jesús te tiene a ti y a mí.